NOTAS Y REFLEXIONES SOBRE EL MODELO DE CIUDAD UTÓPICA
El modelo de la ciudad utópica, parte de una base fundamentada en el modelo humanista del individuo que la habita. Todas las personas se consideran únicas e independientes, mientras que la realidad de la persona es otra. El individuo necesita ser participe de un grupo, sentirse identificado con un colectivo. De hecho, las ciudades no son más que organismos expansivos en los que se realiza un trueque, entendido como acción de intercambio de experiencias personales.
Frente a este trueque aparece la necesidad de sentir el concepto de propiedad del espacio, en la que desarrollar una actividad personal dentro de lo privativo. Actualmente, los planes generales de ordenación, entendidos como herramientas de desarrollo, proponen métodos de organización y control de las ciudades. La pregunta que debemos hacernos es….ese modelo y patrón de desarrollo…¿es eficaz?,¿necesitaríamos proponer un mecanismo de organización distinto que contemple ciertos valores que no se tienen en cuenta?
Albert Camus mencionó que los “ciudadanos eran como todos, absortos en ellos mismos….no creían en las plagas….es un mal sueño que tiene que pasar”. Trasladado al pensamiento de la ciudad, la plaga es la no funcionalidad, esclava de unas reglas del juego más políticas y económicas que sociales y humanas.
Una ciudad utópica no es el modelo que plasma Aldous Huxley en su novela “un mundo feliz”, ni el modelo de la ciudad propuesto por el estudio Cervera y Pioz con su obra La torre biónica… Es más una serie de actuaciones sobre el marco residual del centro de la ciudad. No se puede gerenar un mecanismo de ampliación y mejora de una ciudad de carácter extensivo y de baja densidad, porque se plantea el problema de las comunicaciones. Estas comunicaciones no son simplemente referidas a las distancias espacio-tiempo con los nodos de desarrollo de actividad de las ciudades, sino más bien con un intercambio de información y actividad entre los individuos de la comunidad.
M.Vazquez Montalbán define la ciudad libre como aquella “exenta de las leyes del mercado y de la ley del más fuerte, donde la posibilidad de inventar, de imaginar, de cambiar, no tuviera límites”. No hay que confundir la libertad con el libertinaje. La utopía no debe convertirse en una algarabía de actuaciones descontroladas que terminen derivando en una especulación por parte de unos pocos, sino una apelación a la lógica y a la puesta en común por parte de los usuarios que habitan ese espacio.
Los grandes espacios libre actuales no fomentan las actividades de relación entre los individuos. Rem Koolhaas hace referencia a los “espacio basura”. Estos se venden como espacios libres de esparcimiento, y lo que realmente son se podría denominar con el nombre de espacios basura, como los denomina. Generalmente estos espacios suelen ser los sobrantes de una “obra maestra” de la arquitectura, en vez de conseguir que sean espacios integrados en la propia arquitectura.
Otro caso de buenas intenciones respecto a estos temas, es el del edificio Mirador de Mvrdv en Sanchinarro [Madrid]. Se proponen espacios lúdicos integrados en la propia arquitectura, pero no se les da uso debido a que no tienen una relación directa con el entorno público. Son más propios de un uso privado.
Por lo tanto, y desde una base precaria de intenciones u objetivos, propongo plantear un modelo de intervención en sistemas consolidados de la ciudad para dotarla de un carácter mas humanizado en base a los criterios expuestos.
El mecanismo para conseguirlo, creo que se fundamenta en eliminar el concepto de propiedad individual del suelo, y percibir la ciudad como un único sistema que debe de compaginar las diferentes tramas de usos, complementándose entre ellas, para formar una maquinaria perfectamente sincronizada en la que se solapan las necesidades básicas de la ciudad, que su definición deviene del desarrollo proyectual del problema. Para ello se intervendrá reciclando espacios degradados [ya sea por desuso o por abandono] y dotándolos de una presencia y funcionalidad en relación con lo existente. El símil sería el de rehabilitar una prenda estropeada a partir de su patrón original por medio de nuevos procesos de actualización y mejora.
El modelo de la ciudad utópica, parte de una base fundamentada en el modelo humanista del individuo que la habita. Todas las personas se consideran únicas e independientes, mientras que la realidad de la persona es otra. El individuo necesita ser participe de un grupo, sentirse identificado con un colectivo. De hecho, las ciudades no son más que organismos expansivos en los que se realiza un trueque, entendido como acción de intercambio de experiencias personales.
Frente a este trueque aparece la necesidad de sentir el concepto de propiedad del espacio, en la que desarrollar una actividad personal dentro de lo privativo. Actualmente, los planes generales de ordenación, entendidos como herramientas de desarrollo, proponen métodos de organización y control de las ciudades. La pregunta que debemos hacernos es….ese modelo y patrón de desarrollo…¿es eficaz?,¿necesitaríamos proponer un mecanismo de organización distinto que contemple ciertos valores que no se tienen en cuenta?
Albert Camus mencionó que los “ciudadanos eran como todos, absortos en ellos mismos….no creían en las plagas….es un mal sueño que tiene que pasar”. Trasladado al pensamiento de la ciudad, la plaga es la no funcionalidad, esclava de unas reglas del juego más políticas y económicas que sociales y humanas.
Una ciudad utópica no es el modelo que plasma Aldous Huxley en su novela “un mundo feliz”, ni el modelo de la ciudad propuesto por el estudio Cervera y Pioz con su obra La torre biónica… Es más una serie de actuaciones sobre el marco residual del centro de la ciudad. No se puede gerenar un mecanismo de ampliación y mejora de una ciudad de carácter extensivo y de baja densidad, porque se plantea el problema de las comunicaciones. Estas comunicaciones no son simplemente referidas a las distancias espacio-tiempo con los nodos de desarrollo de actividad de las ciudades, sino más bien con un intercambio de información y actividad entre los individuos de la comunidad.
M.Vazquez Montalbán define la ciudad libre como aquella “exenta de las leyes del mercado y de la ley del más fuerte, donde la posibilidad de inventar, de imaginar, de cambiar, no tuviera límites”. No hay que confundir la libertad con el libertinaje. La utopía no debe convertirse en una algarabía de actuaciones descontroladas que terminen derivando en una especulación por parte de unos pocos, sino una apelación a la lógica y a la puesta en común por parte de los usuarios que habitan ese espacio.
Los grandes espacios libre actuales no fomentan las actividades de relación entre los individuos. Rem Koolhaas hace referencia a los “espacio basura”. Estos se venden como espacios libres de esparcimiento, y lo que realmente son se podría denominar con el nombre de espacios basura, como los denomina. Generalmente estos espacios suelen ser los sobrantes de una “obra maestra” de la arquitectura, en vez de conseguir que sean espacios integrados en la propia arquitectura.
Otro caso de buenas intenciones respecto a estos temas, es el del edificio Mirador de Mvrdv en Sanchinarro [Madrid]. Se proponen espacios lúdicos integrados en la propia arquitectura, pero no se les da uso debido a que no tienen una relación directa con el entorno público. Son más propios de un uso privado.
Por lo tanto, y desde una base precaria de intenciones u objetivos, propongo plantear un modelo de intervención en sistemas consolidados de la ciudad para dotarla de un carácter mas humanizado en base a los criterios expuestos.
El mecanismo para conseguirlo, creo que se fundamenta en eliminar el concepto de propiedad individual del suelo, y percibir la ciudad como un único sistema que debe de compaginar las diferentes tramas de usos, complementándose entre ellas, para formar una maquinaria perfectamente sincronizada en la que se solapan las necesidades básicas de la ciudad, que su definición deviene del desarrollo proyectual del problema. Para ello se intervendrá reciclando espacios degradados [ya sea por desuso o por abandono] y dotándolos de una presencia y funcionalidad en relación con lo existente. El símil sería el de rehabilitar una prenda estropeada a partir de su patrón original por medio de nuevos procesos de actualización y mejora.
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